Érase una vez una gran maestra a la que un aprendiz de maestro acusaba de charlatanería y psicología baratas. Ante tales acusaciones, la gran maestra, como única respuesta, rebuscó en sus bolsillos y sacó una bolsita de tela de cual extrajo una piedra preciosa. Entregándosela al aprendiz de maestro, le dijo: “Ve a aquellos bazares, y pide que te ofrezcan cien monedas de oro por ella.” El aprendiz de maestro fue a los bazares y, enseñando la piedra preciosa, pidió que le dieran cien monedas de oro por ella. Los comerciantes se rieron ante semejante osadía. El aprendiz de maestro regresó junto a la gran maestra, y le relató lo qué había sucedido. La gran maestra le comentó: “Ahora ve a aquella joyería de la esquina y muestra la piedra.” El aprendiz de maestro fue, y al enseñársela al joyero, éste, sin darle tiempo a nada, le ofreció cien monedas de oro. El aprendiz de maestro no salía de su asombro. Regresó rápidamente al lado de la gran maestra para decirle que ella tenía razón: alguien le había ofrecido cien monedas de oro por la piedra.
La gran maestra le respondió: “Para poder apreciar una piedra preciosa, hay que ser joyero. Sólo cuando seas un joyero podrás mis palabras apreciar.”
A todos los que les han “dado calabazas.”
A todos los que no han sido apreciados en su justo valor, alguna vez en su vida.
A todos los que han creído que los de los “bazares” tenían razón. Llegando a pensar que ellos eran piedras sin valor, en vez de pensar que eran los otros los que no tenían desarrollada la capacidad para poder apreciar y reconocer quiénes eran ellos (una joya.)
A todos los que se han sentido “patito feo” alguna vez en su vida.
A todos los que, siendo ángeles en la Tierra, son tachados de “prepotentes” u otros epítetos igualmente demoledores de la estima.
A todos los que buscan alcanzar la paz de espíritu.
Recuerde: la vida nunca nos da calabazas, sólo oportunidades para aprender a apreciar quiénes somos, reconocerlo y elevarnos por encima de la “ceguera” de los demás.
El haber hallado esta metáfora me ha ayudado a explicarles a muchos de mis alumnos, incluída yo misma, que por más “diamante extraordinario” que uno sea, se necesita siempre de un joyero experto que lo reconozca… Los demás, los no joyeros, pueden llegar a pensar que es usted “circonita de la buena”, pero nada más. No se conforme con una o varias tasaciones, llévese a usted mismo a un joyero experto. Pero ante todo y sobre todo: conviértase usted en ese joyero experto e independícese de la opinión (“tasación”) de otros.
Tengo muchos alumnos que se sienten -porque creen serlo- “circonitas”, que no diamantes. Suelo insistir en inculcarles la creencia de que solamente alguien que aprecia su luz y la honra es capaz, a su vez, de apreciar y honrar la luz en otros. Se dice que somos capaces de reconocer en otros aquello que ya está reconocido en nosotros mismos. Por el contrario, todo aquello que nos disgusta en otros es un claro reflejo (proyección) de algo que en nosotros no está resuelto, o está todavía en estado “conflictuado.”
Los filtros de la realidad, la percepción de otras personas está condicionado por las creencias que tenemos acerca de la vida y de nosotros mismos. Asimismo, las sponzorizaciones positivas o negativas que otros nos han ofrecido, y las creencias que, a partir de ello, hemos construido, conforman y colorean nuestra realidad. No podemos ver a los demás cuando no somos capaces de vernos a nosotros mismos. Y, vemos a los demás a través del mismo filtro de creencias con el que nos observamos a nosotros mismos.
¿Cómo convertirse en joyero?
Es un proceso largo, que requiere compromiso y honestidad para con uno mismo, y mucha sinceridad.
Convertirse en joyero tiene que ver con aprender a amar al ser que todos llevamos dentro, a centrarse en desarrollar “referencia interna”, es decir, descubrir, apreciar y honrar nuestros dones, características, capacidades, habilidades y peculiaridades. Asimismo, consiste en aprender a respetar y aceptar incondicionalmente todos y cada uno de nuestros comportamientos del pasado. Nuestro presente se ha construido sobre la base de nuestras vivencias y del cómo archivamos estas.
Sin la apreciación sincera y honesta de quiénes somos no es posible hacer lo mismo con otras personas.
Nos han enseñado a criticar, como única via para la “motivación”, y la crítica no suele ser precisamente constructiva que digamos. Siendo desde ella que nos acostumbramos a relacionarnos con nosotros mismos y con los demás, y ella solamente nos conduce a ver “los defectos” existentes en cada uno de nosotros, porque sombra tenemos todos. Pero, recuerde: “Amamos a las personas, pero no amamos sus comportamientos.”
Muchas veces las personas no soportamos la luz en otros, y no pudiéndola poseer, lo único que se nos ocurre es tratar de apagarla. Craso error.
Los balineses (de la isla de Bali), sostienen que las cosas nos las hacemos a nosotros mismos, no a los otros. También un colega mío añade: “la Vida nos trata reflejando el cómo nos tratamos a nosotros mismos.” Así que ya sabe, si lo qué le devuelve la Vida no le gusta, pase a revisar cómo se trata a usted a sí mismo.
Practique la referencia interna: busque en su interior sus creencias a cerca de todo, y viva acorde a su congruencia. Los demás podrán estar en acuerdo o en desacuerdo con usted, pero su vida, la suya, sólo le pertenece a usted, y usted decide cómo, cuándo y con quién quiere vivirla. Para eso es suya: “Sólo vuela aquel que se atreve a hacerlo. Nunca se arrepienta de haber vivido, si acaso arrepiéntase de no haberse dado la oportunidad de haber vivido.”
Las creencias pueden cambiarse, renovarse o tirarse al cesto de los papeles. También pueden lavarse y pulirse. Muchas de las creencias que albergamos en nuestro interior tienen procedencia de “referencia externa”, es decir, nos las han dado otros –es decir, no las hemos creado nosotros-. Búsquelas, y tírelas. Sí, tire las que no sean suyas. Y verá qué fácil es ser joyero.
Conozco a mucha gente que no cree en ella misma porque otros no creyeron en ellos: tuvieron sponsors negativos o demoledores de la estima. Es tan fácil acusar a los demás de nuestras incapacidades. Es tan fácil proyectar en otros las culpas de nuestras no responsabilidades. Sólo cuando uno ha aprendido a amarse a sí mismo asume la responsabilidad sobre sus comportamientos, ideas, acciones, no acciones, pensamientos y decisiones. Asimismo, coge al miedo y le planta cara, se lo lleva de copas.
Si tiene miedo, considere que es humano, y que tiene su intención positiva. Pero, busque, busque en su interior las referencias positivas, sus capacidades.
Dígase a sí mismo:
“SI OTRO PUEDE, YO TAMBIÉN.”
“TODAS LAS CAPACIDADES ESTAN DENTRO DE NOSOTROS.
“NO EXISTEN LOS FRACASOS, SÓLO SON RESULTADOS.”
“TODO RESULTADO ES INFORMACIÓN”
No más calabazas desaprovechadas.
Sea su mejor joyero.
Recuerde que nadie sabe tanto de usted como usted mismo. Cada persona es un Universo inmenso por descubrir, y para hacerse una idea del mismo uno ha de atreverse a observarlo con los ojos de la inocencia de un niño: sin prejuicios, con admiración, con deleite, sin reservas, con apertura. Así es como mira un joyero a una piedra preciosa –gema- de excelente calidad.
A veces, las piedras preciosas están recubiertas de una capa de suciedad, pero un auténtico joyero siempre será capaz de reconocerlas, no importando las condiciones. El amor incondicional nos contempla con ojos eternos que ven más allá de las máscaras, de los errores, de los comportamientos, y de todo… Viendo siempre la belleza que vive en el corazón de cada uno de nosotros.